Con estrepitosos sonidos, la banda militar de música inauguró el torneo. Padres de familia y amigos tienen los ojos puestos en los ciclistas que partieron y avanzan veloces, brincando montículos de tierra y luchando codo a codo, en un paso con un ancho que sólo abarca a 3 corredores.
Las puertas del Regimiento Padilla, que regularmente permanecían vedadas a los civiles, eran abiertas, una vez al mes y algunas ocasiones hasta dos, para que más de un centenar de personas fueran testigos de las carreras de BMX Race. Con el sudor bajando por la frente, los ciclistas se aproximan al punto de partida, pero no se detienen. Van por la segunda vuelta que determinará quién encabezará el pódium.
En los torneos disputados durante el día, soldados apostados a lo largo del circuito vigilan el avance de los jóvenes corredores que están enfundados en trajes de motociclistas; con cascos que recubren completamente sus rostros y guantes que protegen sus manos.
Entre camuflados uniformes verdes, padres contentos y ciclistas satisfechos, se coronaba a los vencedores con trofeos y medallas, como epílogo de una larga jornada.
Pero el sueño terminó el año 2011.
En el bosquecillo de Juan XXIII
Álvaro Muñoz tenía 16 años y una bicicleta BMX cuando llegó a la improvisada pista de bici cross en el bosquecillo del barrio Juan XXIII. Corría la segunda mitad del año 2009. Alrededor de 40 chicos, junto a Ernesto Vaca Poehlmann, habían construido elevaciones de tierra, saltos y curvas en aquel refugio verde.
Según el reglamento establecido por la Unión Ciclista Internacional (UCI), un circuito de BMX race debe tener una longitud de 400 metros, con un ancho que abarque a 8 ciclistas. Aunque la pequeña pista no cumplía estas condiciones; sí cumplía con lo más importante: llevar lo más alto posible la adrenalina de los jóvenes.
La práctica constante elevó el nivel de desempeño de los BMX riders. Ese mismo año, una comisión de representantes viajó a la ciudad de Santa Cruz a participar en un evento nacional de Bici Cross. Álvaro no viajó, pero recuerda que: “a pesar de que teníamos una pista muy pequeña, les fue bien. Ellos volvieron con otra visión”.
Las prácticas llegaron a su fin cuando, la delincuencia tornó insegura la zona. Ernesto Vaca, quien se encargó de organizar cada campeonato, cuenta que: “los chicos estaban motivados. Las competencias eran sumamente lindas. Los padres y el barrio nos apoyaban. Le dábamos vida al bosquecillo que, ahora se constituye en un centro rojo, de consumo de alcohol y robos”.
El barrio Guadalquivir
En el terreno enmallado de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) ubicado en el barrio Guadalquivir, los bicicrosistas hallaron el lugar ideal para montar una nueva pista. Se hicieron con palas y otras herramientas para transformar aquel terreno agreste en un lugar que les permitiera saltar sobre sus bicicletas.
“Iba a trabajar casi todos los días y los fines de semana. Teníamos que trabajar”, recuerda Álvaro. Con ladrillos y gomas fueron dándole forma a los obstáculos del circuito, y con la cantidad de tierra suficiente lograron concluirlo.
Ernesto Vaca cuenta que consiguieron: “hacer un circuito pequeño en ese sitio y realizamos algunas carreras. Tuvimos algunas clavículas rotas y lesiones de tobillo, pero el BMX es así, hasta en un circuito oficial”. No paso mucho tiempo cuando el terreno fue destinado para un proyecto de construcción de un coliseo deportivo. Los 40 ciclistas tuvieron que abandonar el lugar.
[Álvaro Muñoz en la cima del podio al concluir uno de los campeonatos en el regimiento Padilla.] Soldados y bicicrosistas juntos
Un coronel destinado a dirigir el regimiento Padilla, a partir del año 2010, ordenó construir una pista de BMX race dentro del cuartel. Sus dos hijos formaban parte del grupo de bicicrosistas que deambulaban en busca de un lugar en el que practicar. Pronto, en el espacio militar convivieron soldados y ciclistas.
Además de la vigilancia con la que contaban, nuevas normas fueron establecidas, como el uso del casco de protección, guantes y rodilleras. El paso era restringido a aquellos que no las portaran. El mantenimiento y modificación del circuito era permanente.
Las numerosas carreras que fueron desarrolladas en la explanada del Regimiento Padilla, tuvieron todos los aditamentos protocolares de la milicia, desde la presencia de la tricolor boliviana hasta el resguardo de los uniformados de la Policía Militar. Corrieron niños y jóvenes desde los 8 a los 16 años.
La primera vez que Álvaro ingreso a los dominios militares recuerda que: “Era dar la vuelta a todo el Padilla; casi un kilometro” de extensión. Llegó el día en el que era realizada una competencia y ocupó el podio. Por invitación del Coronel, él y otros muchachos fueron invitados para rediseñar la pista con la ayuda de los soldados.
El circuito contaba con dos saltos y un peralte. Una comisión de 9 bicicrosistas apoyados por la Secretaria Departamental de Deportes (Sedede) viajó a la ciudad de La Paz a participar de un torneo nacional. El Coronel acompañó a la delegación tarijeña. “Tomamos fotos de todas las rampas e imitamos el circuito de La Paz” reconoce Álvaro.
Todo terminó en el año 2011, cuando el Coronel fue designado al departamento de Cochabamba. Bajo la dirección de la nueva autoridad militar, el paso a los BMX riders quedo restringido,.
Ernesto Vaca, fundador del movimiento ciclista de Masa Crítica, dice, mientras recuerda con orgullo: “Era una emoción ver a un tarijeño en un campeonato latinoamericano de bicicross, a pesar de que nunca hemos tenido circuito.” Además comentó que el Gobierno Municipal tiene previsto la construcción de un circuito oficial, con todo lo que exige la norma internacional de BMX, en la ciudad de Tarija.
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