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lunes, 13 de julio de 2015

¿Cómo se fabrica un ciclista campeón en Colombia?

Artesanalmente, muy artesanalmente. Ésa es la respuesta que dan, de una forma u otra, quienes viven y conocen el ciclismo colombiano cuando se les pregunta cómo se crea un campeón de este deporte en el país.

Es un proceso en general amateur y bastante falto de apoyo. No hay una infraestructura estatal o privada lo suficientemente desarrollada como para acompañar a potenciales estrellas desde la niñez o la adolescencia.

Los ciclistas colombianos primero son buenos, luego destacan, y finalmente reciben respaldos. Ése es el caso de un pequeño y poderoso deportista, sobre el que se posan todos los ojos de Colombia en el Tour de Francia: Nairo Quintana.

El colombiano participa en el Tour de Francia 2015 -junto a cinco de sus compatriotas- como uno de los favoritos a terminar en primer lugar; en 2013, la primera vez que lo corrió, salió segundo.

La historia de su surgimiento y formación deportiva se replica en decenas de ciclistas colombianos.

La familia

“Papá”, “mi padre”, “mis padres”. La respuesta es casi invariable. La falta de apoyo institucional está compensada por el rol de la familia, fundamentalmente de la figura del padre.

Lo dice Quintana, lo dicen prácticamente todos. A veces, incluso, son más las ganas de los padres que las de los propios hijos.

“Yo empecé por mi papá”, le dijo un risueño Edwin Ávila. “A mí no me gustaba mucho (andar en bici), pero me gustaba compartir con él”. Ávila ostenta hoy una importante colección de medallas y primeros puestos a nivel internacional.

En otras ocasiones, la violencia se interpuso en el vínculo, pero la figura paterna sigue presente.

Cuando Rigoberto Urán, uno de los grandes del ciclismo colombiano contemporáneo, tenía 14 años, hombres armados -se cree que paramilitares- detuvieron a su padre en un retén sobre la carretera por la que iba en su bicicleta y lo asesinaron.

“Mi viejo me inició y a los tres meses murió”, le contó Urán al periodista Mauricio Silva, en una entrevista publicada en su libro Enséñame a ser Héroe. “Me aferré a la bici”, dijo. Este año, como Quintana, Urán compite en el Tour de Francia.

Muchos padres, además de apoyar a sus hijos, se vuelven mentores de otros jóvenes. Eso sucede con Hernando Rojas, que comenzó formando a su hija Angie y ahora entrena a todo el equipo femenino del que ella forma parte y que en 2014 viajó a correr el Giro de la Toscana en Italia.

Pero también están las madres. “(Ella) está totalmente entregada a mí”, le contó a BBC Mundo Nélson Torres, ciclista de élite de la Liga de Bogotá. Su madre es su principal motor anímico: “Nunca desfallezca, que algún día se va a dar la oportunidad”, le dice a su hijo.

Dato

Seis colombianos participan en el Tour de Francia 2015, que inició el 4 y el 26 de julio.: Rigoberto Urán (Etixx Quick Step), Nairo Quintana (Movistar), Julián Arredondo (Trek), Winner Anacona (Movistar), José Serpa (Lampre) y Jarlinson Pantano (IAM). El recorrido esta compuesto por 21 etapas.



Buena topografía

Colombia es un país montañoso, en el que la cordillera de los Andes se abre en tres cadenas con largas laderas. Son perfectas para el ciclismo; ofrecen uno de los mejores entornos para aprender y para entrenar.

Hay tramos en subida de 30 o 40 kilómetros de distancia; o más, como el imponente Alto de las Letras, con 83 kilómetros de largo y más de 3.000 metros de desnivel, algo que en Europa no existe.

Por esto, muchos ciclistas colombianos que corren en el Viejo Continente, y hasta ciclistas europeos, viajan a Colombia para prepararse para las grandes competencias.

Esta topografía ideal está, además, acompañada por un clima relativamente estable, donde las temperaturas nunca bajan a extremos que impidan entrenar.

Hay quienes dicen que hay algún que otro secreto más, originario de esta tierra, que les da fuerzas especiales a sus ciclistas. El agua de panela (jugo de caña de azúcar) es uno; el bocadillo de guayaba es otro y el café.



Nacidos en las montañas

Los grandes ciclistas colombianos suelen nacer y desarrollarse en el altiplano cundiboyacense (Nairo Quintana) o en Antioquia (Rigoberto Urán). Son montañeses. Tienen mayor capacidad pulmonar, su cuerpo está adaptado genéticamente a la altura, que supera en muchas partes los 2.500 metros.

Por eso suelen ganar las etapas de montaña en las grandes carreras, algo por lo que siempre se ha destacado el ciclismo colombiano.

“Hay algunos marcadores genéticos que les dan esa cierta ventaja”, le explicó a BBC Mundo Miguel Alexander Niño Rey, director médico del Instituto Distrital de Recreación y Deporte (IDRD) de Bogotá. Vienen “codificados, digamos, en altura”.

Nairo Quintana es un ejemplo extremo: llega a tener el doble de capacidad de absorción de oxígeno que una persona normal.

Además, muchos viven y crecen arriba de una bicicleta. En el campo es un medio de transporte esencial, una herramienta, y también una forma de recreación.

Sólo basta salir un sábado o un domingo por las carreteras de Cundinamarca y Boyacá para evidenciar la preponderancia de la bici.

Hay tramos donde puede haber tantos ciclistas que los coches directamente no pueden pasar.

“Es como el deporte nacional”, le dijo a BBC Mundo Julián Velázquez, entrenador de la selección Colombia de pista. “Es de los poquitos países donde el ciclismo está a la par o a veces por encima del fútbol”. Así, en Colombia, los grandes ciclistas son estrellas, son admirados.

Y el hecho de contar con grandes figuras hace que los jóvenes tengan modelos a seguir, ídolos.



Apoyo económico nulo

El ahogo económico es un problema para todos los ciclistas colombianos.

Para correr, los ciclistas deben pagarle una cuota anual a un club que los inscribe en las competencias. “El pobre ciclista es el que termina pagando todo. Yo he estado luchando con la Federación para arreglar eso, pero como que no hay arreglo”, le dijo sobre eso Nairo Quintana al periodista Mauricio Silva.

“Incluso uno tiene que comprar el uniforme para hacerles publicidad a ellos; es absurdo”, agregó Quintana.

Además está la licencia de la Federación Colombiana de Ciclismo, que cuesta unos 42 dólares por año. Y toda la logística para participar de una carrera dentro de Colombia, que puede rondar los 200 dólares.

Competir en el extranjero multiplica dramáticamente los costos. Cuando el equipo de Angie Rojas corrió el Giro de la Toscana, gastaron casi 3.500 de dólares por corredora.

Tuvieron el apoyo de la Liga de Bogotá, pero no de la Federación.

La escasez de recursos no es la única debilidad del ciclismo colombiano.

Julián Velázquez, entrenador de la selección de pista, le dijo a BBC Mundo que el problema que a veces tienen los ciclistas es que son algo tímidos, “gente muy buena, sin malicia”.

“Cuando llegamos a competencias internacionales”, dice, “donde debe haber malicia, picardía, donde para ganar debe haber egoísmo, ahí es donde nos sentimos un poquito inferiores al resto”. Cree que todo sería más fácil si a los niños se los formara como atletas con “educación competitiva” desde pequeños, desde los 10 años.



Circuitos

Incentivados por sus padres, motivados por sus antecesores, los jóvenes colombianos empiezan su camino en el ciclismo competitivo en carreras conocidas como circuitos.

Tan sólo en Bogotá puede haber seis u ocho circuitos por fin de semana, le contó a BBC Mundo Hernando Rojas, el entrenador.

En cada uno participan alrededor de 50 ciclistas, a veces más. Así empezó su hija, Angie.

Ella cuenta que en general los muchachos y muchachas corren en bicicletas prestadas, o bicis tan enclenques que “al final de la carrera ya están todas descompuestas”.

Los circuitos no cobran inscripción, pero pagan premio. En algunos, el ganador puede llevarse casi 200 dólares. “Esa primera plata es la que los tienta a seguir”, dice Angie.

Así empezó Edwin Ávila, el muchachito al que no le gustaba la bici.



Mala alimentación

Hay otro problema que afecta a los futuros posibles campeones en la niñez.

Muchos corredores vienen de hogares pobres, y en algunos casos, le explica a BBC Mundo el especialista en medicina deportiva Miguel Alexander Niño Rey, “lo que vemos es que la alimentación en los primeros años, aun cuando vivan en el campo, no es la alimentación completa y suficiente que uno quisiera para un niño deportista”.

Eso trae problemas nutricionales, diarrea, parasitismo, enfermedades pulmonares, “que a veces merman la capacidad de muchos chicos, que de pronto con talento no alcanzan a llegar a la élite”.

E incluso quienes llegan, pueden hacerlo con peligrosas secuelas. “A veces tienen más riesgos de lesiones musculares o de adquirir fácilmente una infección respiratoria”, explica el médico.

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