En su primera entrevista en dos años, el exciclista estadounidense de 43 años buscó clarificar rápidamente esta afirmación. "Si estuviera corriendo en 2015, no, no lo haría porque no creo que lo tengas que hacer", dijo."(Pero) si me regresas a 1995, cuando el dopaje estaba completamente generalizado, probablemente lo haría otra vez". El caso de Armstrong es tal vez la caída en desgracia más grande de un deportista. Rey indiscutido durante una década, Armstrong fue despojado de sus siete títulos del Tour de Francia y suspendido de por vida por la Agencia Antidopaje de Estados Unidos (USADA, por sus siglas en inglés) en 2012.
Perseguido por su sombra. Sin embargo, Armstrong negó constantemente los señalamientos y aprovechó su dominio en la prueba más famosa del calendario para crear una aureola de súper héroe que fue seguida por miles de aficionados en el mundo.
No fue hasta las conclusiones de 200 páginas de la Usada, en las que acusó formalmente a Armstrong -además de las 1.000 páginas de evidencia recolectadas- que la defensa del ciclista se hizo insostenible, hasta el punto que se sintió presionado para confesar su dopaje en una entrevista televisada en enero de 2013.
Armstrong también se vio obligado a distanciarse de la organización que él fundo para la lucha contra el cáncer, manteniendo desde entonces un perfil bajo y resguardando su opinión. El padre de cinco hijos dijo que su vida se había "diluido" y había "desacelerado" de 160 kilómetros por hora a poco más de 10, aunque agregó que le gustaría regresar a "80, 90" kilómetros por hora. Sobre el caso de si el mundo estaría listo para aceptar su regreso a la vida pública, Armstrong dijo: "Egoístamente diría que sí, que estamos acercándonos a ese momento".
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