Va en serio que Horner quiere ganar la Vuelta. Algunos se ríen porque este calvo simpático que habla castellano como Tarzán lo dice con una sonrisa de oreja a oreja. Pero ahí está, líder, otra vez de rojo tras una exhibición en un puerto de verdad. Se incrustó entre los favoritos del cartel y ganó a lo campeón, en solitario, sin respuesta.
Decidió ganar a 4 kilómetros de la cima que ponía fin a la décima etapa, que salió de Torredelcampo con caída masiva y llegó a la sierra granadina con la noticia de la salvación del Euskaltel por obra, gracia y milagro del piloto Fernando Alonso, que ha encontrado la fórmula “uno” para salvar a la escuadra vasca.
Ajeno a esa gran noticia, Horner, nacido en Okinawa (Japón), arrancó para no volver. Y fue contundente el hombre, alzó los brazos con un adelanto de 48 segundos sobre Nibali y 1.02 respecto al grupo de Valverde, Purito, Basso, Pinot y Roche.
“Quiero ganar la Vuelta”, insistía Horner después del subidón. De momento se irá a descansar a tierras aragonesas como jefe de la Vuelta. Ahora la contrarreloj, que es otro cantar, pero espera hacerlo bien “aunque sea pequeño” y vea que el maillot rojo “será para Nibali”.
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