El dedo acusador del dopaje siempre señaló a Armstrong. Un corredor que inició el camino glorioso de una forma tan imparable después de superar un cáncer suscitó dudas, por lo que fue objeto de seguimiento especial, siempre con la sospecha a cuestas.
Su relación con el controvertido médico italiano Michele Ferrari despertó las críticas más ácidas. Su compatriota Greg Lemond, tres veces ganador del Tour, mostró su indignación, y en el Tour de Francia no se veía con buenos ojos la asociación de Armstrong con el doctor transalpino.
Un libro titulado "L.A. Confidencial- Los secretos de Lance Armstrong", desvela en 2004 a través de la pluma de los periodistas Pierre Ballester y David Walsh que Armstrong se había dopado, y para ello aporta el testimonio de la que fue su masajista, Emma O'Reilly.
Las acusaciones se amplían a que el dopaje era una práctica generalizada en el equipo Motorola desde 1995.
Historias de traiciones y comentarios atrevidos empiezan a sucederse en contra del ciclista tejano. Su asistente personal de 2003 a 2005, Mike Anderson, denuncia en enero de 2011 que encontró en el cuarto de baño del domicilio del corredor en la ciudad española de Gerona una caja con esteroides anabolizantes.
El diario francés L'Equipe traba aún más la credibilidad del ciclista americano al revelar en 2005 que las muestras de orina de Lance Armstrong de 1999, año de su primera victoria en el Tour de Francia, reflejaban la presencia de EPO, dato que siempre fue negado por el propio corredor.
Las delaciones empezaban a ser imparables. De nuevo en un periódico, antiguos compañeros se soltaron la lengua. "Le Monde" refleja las acusaciones de su mejor amigo y ex compañero Frankie Andreu. Asegura en enero de 2006 que Armstrong consumió sustancias dopantes desde su paso por el quirófano para vencer el cáncer, en 1996.
Otro que creció a la sombra del heptacampeón del Tour, como Floyd Landis, desposeído del Tour 2006 por dopaje, tiró de la manta ante la Federación americana, afirmando en mayo de 2010 que se había dopado durante toda su carrera, acusando de lo mismo a Armstrong.
La declaración de Landis también reveló que su director deportivo, Johan Bruyneel, le inició en el uso de los parches de esteroides, las transfusiones y la hormona del crecimiento.
En definitiva, un pulso permanente con una sospecha que Armstrong, siempre bien protegido por su equipo de abogados, despejó como un buen portero de fútbol, negando las acusaciones que le caían en catarata.
Sus esfuerzos dieron el mejor de los frutos, ya que después de dos años de investigación la Fiscalía General de los Angeles le declaró inocente en febrero pasado, sin cargo alguno en su contra.
La investigación tuvo como máximo responsable a Jeff Novitzky, el hombre que dirigió el caso BALCO, nombre del establecimiento de San Francisco que desencadenó el mayor escándalo de dopaje en Estados Unidos en la década de 2000.
Pero la larga etapa aún no había terminado. En contra del dictamen de inocencia federal, la Agencia Antidopaje de Estados Unidos apostó por seguir investigando las acusaciones de dopaje en el ciclismo, con Armstrong como foco central.
"A diferencia de la fiscalía federal (Departamento de Justicia), el trabajo de la USADA es proteger el deporte limpio en lugar de hacer cumplir las leyes criminales específicas", dijo entonces el director ejecutivo de dicho organismo, Travis Tygart.
El 13 de junio de 2012 volvió a explotar el artefacto del dopaje.
La USADA acusa formalmente a Lance Armstrong de dopaje continuado y remueve el palmarés del Tour de Francia, que se puede quedar sin el vencedor del período 1999-2005. Acusaciones "muy sólidas" de uso de la hormona EPO entre 2009 y 2011, los años del regreso a la competición.
Los cazadores antidopaje por fin parecen haber atinado con la presa más deseada.
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