La Vuelta a Bolivia, una institución del deporte en el país durante los primeros días de noviembre, cerró ayer su sexto capítulo con los ciclistas convertidos una vez más en “héroes de la carretera” —como han sido bautizados—, tras cruzar de este a oeste el territorio nacional y acabar —con una sensación de misión cumplida— su cometido de llegar a la meta final en La Paz.
Fueron 1.645 kilómetros de recorrido, desde que el viaje comenzó en Santa Cruz, donde la competencia se instaló cuatro días; luego los pedalistas ingresaron al trópico cochabambino y después encararon la segunda parte, calificada como la más dura de la carrera, en la altura. Durante el fin de semana viajaron hasta Copacabana, ruta que hace varios años inspiró para el nacimiento de la prueba, y ayer remataron en Irpavi.
No hubo lugar habitado por donde la carrera hubiera pasado sin espectadores saludando a los ciclistas, reconociendo su esfuerzo. Ayer, tanto en El Alto como en La Paz la expectativa aumentó durante las primeras horas de la tarde y con la cercanía de los competidores al tramo final.
El público buscó el mejor lugar en calles y avenidas, reconoció a los pedalistas con aplausos y agitando banderas, incluso en la ceremonia final.
El más querido por la gente es Óscar Soliz. Las dos veces que subió al podio para recibir sus premios por haber ganado la clasificación de la montaña y el segundo lugar de la general, fue ovacionado, y él respondió con los brazos en alto el cariño que le brindó la afición. El cierre fue con broche de oro, con una ceremonia corta en la cual, al despedirse, muchos pedalistas prometieron volver.
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