domingo, 19 de enero de 2014

En dos ruedas con los Huanca: Un grupo de amantes de la bicicleta



Eleuterio Huanca es natural de Pucarani y quiere a toda costa, para él y su familia, la bicicleta que sus rivales, los Choque, están a punto de comprar. Para decidir quiénes se quedan con el vehículo llegan a un acuerdo: una carrera entre mujeres representantes de ambas familias. La recién llegada prima de Eleuterio cautivará a muchos, pero ninguno sospechará que debajo de las polleras de la joven se esconde el protagonista listo para competir.

Ésta es una sinopsis de La bicicleta de los Huanca, la miniserie de Roberto Calasich, que inspiró a un grupo de aficionados al ciclismo, quienes bajo el nombre de Los Huanca cada domingo y feriados pedalean por los alrededores de La Paz.

“Conocí a Julio Pereira en Santa Cruz hace como 14 años, él es 20 años menor que yo, hicimos amistad y salimos en bicicleta a hacer un recorrido por el Urubó. Al volver a La Paz nos desconectamos”, recuerda Mirtha Muñoz, quien a sus 65 años, luce una figura esbelta, de deportista, ella es una de las pioneras de Los Huanca.

Pese a la distancia, Mirtha conservaba el teléfono de su amigo, y no dudó en llamarlo en Semana Santa para ir a Copacabana pedaleando. Así nació la idea.

Como los viajes de fin de semana sobre dos ruedas implicaban esfuerzo físico y un baño del intenso sol paceño, Julio solía retornar a su trabajo con estas secuelas por lo que sus compañeros de oficina se mofaban de él y lo bautizaron como El Huanca, haciendo referencia a Eleuterio.

“Han sido maravillosos estos años, especialmente los viajes con tantos amigos”, dice Julio ante la atenta mirada de Mirtha, quien agrega que solía pedalear cada domingo, sola o con amigas. “Cuando encuentras a un ciclista es maravilloso porque te saluda sin conocerte. Es una cuestión muy solidaria que me hizo fantasear con tener un grupo de amigos con quienes montar en bicicleta”, revela. La deportista no se imaginaba que aquel deseo se haría realidad a medida que la amistad y la pasión por las dos ruedas fue creciendo entre ella y Julio.

En ese afán se fueron sumando los amigos y así se dio la oportunidad de llevar adelante la primera aventura de Los Huanca: Cotapata-Santa Bárbara.

“Aquella vez, hace 13 años, todo estaba en construcción y recuerdo que con Vladimir Flores decidimos ir desde la tranca de Villa Fátima hasta la Cumbre.

Todo era subida y nosotros teníamos solo bicicletas básicas, sin amortiguadores, y casco”. Fue inolvidable, aunque hubo un lesionado, recuerda ella.

“Dios nos hace y el diablo nos junta, poco a poco nos hemos ido encontrando y el 2013 ha sido el año que más recorrido hemos hecho”, explica, el administrador de empresas. En la actualidad el grupo de amigos de diversas edades, agrupa a unas 50 personas. Todos amantes de los viajes y de las aventuras sobre dos ruedas.

“Huanca es todo aquel que quiera salir de paseo con nosotros en su ‘bici’”, asegura Mirtha mientras acomoda su bicicleta.

Son las 09.00 de un domingo. El punto de encuentro es Las Cholas, en la zona Sur. Los Huanca tienen planeado pedalear hasta Río Abajo. Enfundada en un traje de ciclista y con gafas oscuras, Mirtha llega acompañada de su hija Milenka y de su nieto, el quinceañero Felipe, ambos también con la indumentaria de ciclista.

“Hace cuatro años que sigo los pedaleos de mi madre. Es una forma de compartir esta pasión, es un privilegio y es una oportunidad para disfrutar en familia”, dice Milenka Saavedra Muñoz.

La hija de Mirtha asegura que las condiciones para ser de Los Huanca son simples, sólo se necesita un casco, una bicicleta y muchas ganas.

“Al principio es duro, pero es maravilloso vivir una experiencia tan sana”, reflexiona. Al verla tan diestra maniobrando sobre dos ruedas, nadie imaginaria que cuando era niña Mirtha no tuvo una bicicleta y que una prima le prestaba la suya, con la que aprendió a montar en la Cancha Zapata.

El nieto es un Huanca desde siempre. “A mis ocho años hice mi primer viaje a Taraco. Para mí, mi abuela es una ídola porque es la mayor de todo el grupo y muestra que no hay límite de edad para hacer deporte”, sentencia Felipe Servian.

A la familia, ya lista para partir en sus máquinas, se suman más amigos. De pronto se han congregado más de 25 personas.

“Lo lindo es que se van agregando las familias, muchos de los hijos de Los Huanca siguen esta tradición”, dice “la abuela todoterreno”, como la llaman cariñosamente sus nietos y parte de Los Huanca.

Freddy Colodro, padre e hijo, son un dúo que también disfruta de la aventura de pedalear. “Hace tres años que estoy saliendo con mi papá y con Los Huanca. Lo más bonito es que uno se siente libre”, dice el hijo de 14 años. El padre de 52 , rueda con el equipo desde hace 12. “Es un grupo espectacular, somos amigos de verdad y disfrutamos de este deporte”, dice.

La bicicleta de Mirtha, con la que llegará hasta Carreras, pesa 10 kilos, es una Rossetti que le fue donada por la tienda especializada que le auspicia. Los pilotos están listos para pedalear.

Usualmente, las convocatorias las lanzan por su página web o por Facebook, de esa manera Los Huanca emprenden sus aventuras por diversas rutas.

“Uno de los primeros viajes más largos fue desde Oruro hasta Cochabamba y esa experiencia los motivó a seguir viajando y llegar hasta Arica”, recuerda Mirtha.

“Salimos de Chungará, la frontera, teníamos planeado hacerlo en un día. Hicimos un mapa, subidas y bajadas, pero en la ruta es otra historia”, cuenta.

Ya en territorio chileno, la noche los encontró en el valle de Yuta, sin embargo, enrumbaron hacia Arica, de pronto la Policía los paró, les dijo que no podían seguir a esa hora porque se exponían a peligros. Los uniformados los subieron en vehículos y los llevaron de regreso. Ese intento fue frustrado. Pero, Los Huanca no se dieron por vencidos y dividieron la ruta en dos días; así pedalearon de día, durmieron en un lugar seguro y con el amanecer volvieron a las dos ruedas hasta su meta.

El grupo programó Copacabana como el primer destino del año, después de las lluvias. En homenaje a la primera aventura. Los Huanca tratan de realizar recorridos cada dos meses. Los Yungas, la ecovía y la vuelta al Illimani son algunos de los destinos de estos intrépidos ciclistas. “El año pasado hicimos tres días por Quime, lo más hermoso es conocer esos lugares tan bellos”, dice emocionada Mirtha.

“Es maravilloso llegar a lugares donde las autoridades del lugar salen a recibirnos y los niños nos piden prestada la bici para dar una vuelta. Recibimos cariño”, agrega.

Una de las reglas dentro de Los Huanca es no afectar el entorno natural de los lugares por donde pasan. Por ello son sumamente cuidadosos de no echar basura ni dejar ningún tipo de desperdicio que contamine la naturaleza. La solidaridad también es clave porque muchas veces recorren rutas que no son conocidas por todos y la guía y el cuidado entre compañeros es importante. Julio es el que va de último para resguardar.

Otra muestra de la solidaridad de estas personas es que una vez al año organizan una competencia con apoyo de instituciones y empresas a las que acuden los miembros de Los Huanca y ciclistas de otros puntos de Bolivia y del mundo. Lo recaudado durante la competencia es donado al Hospital del Niño como parte de una obra social. En 2013 fueron Bs 20.000. “Cada año hacemos la ‘Subida al cielo’, este año tuvimos 222 inscritos. Salimos de Yolosa a Chuspipata por el camino de la muerte y de ahí a la Cumbre. Es un desafío con uno mismo. Nueve horas pedaleando”.

Luis Villanueva es llamado el campeón, a sus 46 ha destacado sobre las dos ruedas. “Hace diez años pedaleo con el grupo y me ha ido muy bien en la ruta Yolosa la Cumbre. Estaba entre los primeros, por eso exageran y dicen que soy el campeón”.

Pero no todo es color de rosa para este grupo porque como no existe una cultura de la bicicleta ni ciclovías para conducir, muchas veces se enfrenta a la imprudencia de los choferes que los maltratan.

“La bicicleta sensibiliza a la gente respecto al transporte no motorizado, que no contamina el ambiente”, dice Freddy Koch, ingeniero ambiental. Ya son más de las 09.30, no hay que demorarse, una a una las ruedas empiezan a girar.



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